Durante una barbacoa en la que se reúnen varios matrimonios con sus hijos pequeños, se produce un incidente desagradable: uno de los niños se empieza a comportar de forma horrible sin que sus padres hagan nada para remediarlo. En un momento conflictivo y tenso, el niño en cuestión empieza a pegar patadas a uno de los adultos y éste le propina una bofetada. El hecho de la bofetada en sí y especialmente, que viniera de alguien que no era el padre del crío, provoca una diversidad de reacciones y desencuentros entre los diferentes personajes.
A partir de esta situación, el libro va indagando en las vidas de todos los asistentes a la barbacoa con un estilo narrativo ágil y muy directo. Llama la atención cómo se recrea en el vocabulario vulgar y cómo desvela actitudes reprochables en la mayoría de sus personajes. Parece que el autor ponga a prueba la empatía del lector con los protagonistas... Muy pocos resultan simpáticos.
Además, hace un retrato de la sociedad australiana en la que la mezcla racial y cultural nos es precisamente un ejemplo de fraternidad y donde nadie parece sentirse realmente apegado al lugar donde vive. Resulta algo excesivo que muchos de sus personajes tengan turbios pasados de promiscuidad, adicciones y violencia. El conjunto resultante es una auténtica bomba de relojería, un hervidero de conflictos y traiciones que puede resultar incómodo para algunos lectores... Pero a mí me ha parecido bastante interesante y atractiva.
En definitiva y haciendo honor a su título, lo que este libro provoca es un sonoro tortazo a las sutilezas y a la insinuación como virtud. Recomendable para aquellos que busquen una historia potente y sin rodeos.
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