sábado, 3 de marzo de 2012

SOLO EN EL CINE


Hay gente que se echa las manos a la cabeza si le digo que, a veces, voy al cine solo. Es que como si les pareciera triste, pero a fin de cuentas voy a ver una película  y para eso tampoco hay mucha necesidad de ir con alguien. Evidentemente, siempre será más agradable ir en compañía, pero hay películas interesantes que duran poco en cartel u otras en las que tendrías que arrastrar y convencer a la gente para ir a verlas. Si a eso le añadimos que, aunque sea usuario del pirateo y del DVD, para mí no hay nada como ver el cine en una sala con su gran pantalla, me declaro defensor de ir, de tanto en tanto, al cine solo.
 Así que nadie me mire con lástima, ni piense que esta actividad supone "sentirse solo" porque no es así. De hecho, su soledad tiene el mismo alcance que la de ir a correr o hacer la compra, sólo que mucho más divertida. 
 Durante todos estos años que he ido al cine conmigo mismo, siempre he fantaseado con la idea de acudir a una sala y que no hubiera nadie más que yo. Parece una tontería pero el hecho de que se proyecte una película en semejante pantalla para mí y sólo para mí es como el colmo de la cinefilia. La pantalla y yo, los actores y todo el equipo técnico y artístico de una película dándolo todo para un servidor, unidos por un cable invisible desde mi butaca, en un estado cercano a lo divino, a una experiencia mística.
Hace años casi lo consigo, era una temprana sesión de tarde (la mejor y más silenciosa para ir solo) y la proyección empezó sin que hubiera nadie más que yo en una centrada butaca. Con lo títulos de crédito de la película empezados, alguien chocó con mis piernas. Era una pareja que buscaba sitio a oscuras y no se les ocurrió otra idea mejor que sentarse a mi lado durante toda la película, teniendo toda la sala para elegir. Aunque resultó incómodo, por lo menos acudieron como yo a no hacer nada más que ver una película. Si la memoria no me falla fue "Cosas que nunca te dije" de Isabel Coixet en 1996.
Desde entonces, nunca he estado tan cerca de cumplir ese particular deseo... Hasta el otro día.
 El lunes de la semana pasada, después de trabajar por la mañana y dejarlo todo preparado para el día siguiente, me encontraba demasiado perezoso para ir a correr y la pila de exámenes por corregir era bastante asumible. Me apetecía ir al cine, y como afortunadamente no tengo esa necesidad de ir acompañado cuando tengo ganas de una ración de pantalla grande, fui a los multicines más cercanos. Una vez dentro de la sala, me di cuenta que era el único, sabía que la película (Mi semana con Marilyn) no era una revienta taquillas, pero me sorprendió un poco la nula afluencia de público. Empezaron los anuncios y allí no entraba nadie, incluso pensé la absurda idea de que me devolverían el dinero al no compensarles proyectar la película para una sola persona. Lógicamente no fue así, la película empezó y me di cuenta que esta vez sí que iba a vivir el momento de estar solo en el cine. Poco a poco me fui relajando y metiendo en la historia que me contaban, incluso me permití poner los pies en la butaca de delante para vivir más cómodamente la experiencia. Lástima que la película fuera normalita porque si no, creo que hasta hubiera levitado. Salvando las distancias, me sentí tan a gusto como Jacques Perrin en la inolvidable escena final de "Cinema paradiso" aquella en la que Salvatore ve el rollo de película con todos los besos censurados del cura de su pueblo mientras suena la emotiva música de Morricone.

Jacques Perrin emocionado en Cinema Paradiso

Al volver a casa feliz y contento como siempre que salgo del cine, vi sobre la mesa el montón de exámenes por corregir que me esperaba pacientemente y me dediqué a ellos un rato. Mientras cenaba, me enteré de algo que si no fuera agnóstico pensaría que es una mismísima señal de origen divino enviada desde el olimpo de los cineastas: esa misma noche en La 2 emitían "Cinema Paradiso". Así que me acomodé en el sofá, puse los pies sobre la mesita de delante y volví a vivir la mágica experiencia de sentir el cine.





1 comentario:

  1. Marcelo y yo vimos solos "El Viaje de Chihiro" en Kinépolis un día entre semana en primera sesión. Magnífico.

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