Hay libros que generan desasosiego en el lector pero que a la vez enganchan. Libros con los que pasas un mal rato pero que al mismo tiempo los disfrutas. "Sukkwan Island" de David Vann es un ejemplo de ello.
Un padre propone a su hijo de 13 años pasar todo un año en una isla deshabitada de Alaska. A pesar de las reticencias de su madre (divorciada hace años del padre) el chaval accede a la invitación. Al principio es la propia naturaleza la que les plantea todo tipo de inconvenientes: la dificultad de conseguir y almacenar víveres, el clima y algún inesperado accidente, hacen que el muchacho se replantee su decisión. Pero el asunto se agrava cuando empieza a descubrir comportamientos extraños en la personalidad de su padre. La situación se empezará a volver cada vez más insostenible y claustrofóbica, hasta que un impresionante punto de inflexión que deja boquiabierto al lector, hace que pases de leerlo con interés a devorarlo con ansia por conocer el desenlace.
Desde su publicación en 2009, esta obra ha recibido numerosos premios y críticas entusiastas en todo el mundo. Aunque no es el tipo de historia que me apetecía leer en este momento, reconozco que es un buen libro, con personajes perfectamente descritos y que consiguió transmitirme mucha inquietud, sobre todo por el personaje del hijo. Este padecimiento por el chico me recordó a lo que experimenté al leer "La Carretera" de Cormac McCarthy. Aunque "Sukkwann Island" es una novela muy recomendable, en mi opinión es preferible leerse antes "La Carretera". Si el libro de Vann me ha revuelto por dentro, aquella me dejó literalmente noqueado.
David Vann
Nunca suelo preguntarme cómo se les ocurren las ideas a los autores y hasta qué punto tienen que ver con algo real, pero el caso de la creación de "Sukkwan Island" es del todo curioso. La inquietante isla donde transcurre la trama existe realmente, pero éste no es el único punto de conexión de la novela con la realidad: cuando Vann contaba con 13 años, recibió una propuesta muy similar de su padre. La diferencia es que Vann rechazó irse un año con él a un lugar aislado de Alaska. Tiempo después, su padre, un hombre depresivo y al que no le iban bien las cosas, se suicidó.
Vann admite que empezó a escribir esta historia como una especie de terapia para afrontar la muerte de su padre. La experiencia le ha servido para comprender mejor la personalidad y las circunstancias que rodeaban a su progenitor. Pero escribir "Sukkwan Island" le ha ayudado sobre todo para librarse del sentimiento de culpa que le asalta desde su adolescencia, al pensar que si le hubiera dicho que sí, habría evitado su muerte.
Aunque sería perfectamente creíble que la historia de "Sukkwan Island" fuera totalmente inventada e igualmente impactante, el hecho de contar con esta vivencia personal debe haber ayudado, sin duda, a que el relato resultante sea tan escalofriante. Es evidente que, en el caso de Vann, una experiencia de tal calibre ha impregnado éste y otros relatos suyos. Así que siendo un poco bestias podríamos decir que no hay mal que por bien no venga...
David Vann de niño con su padre
Me pregunto entonces en qué medida los autores basan sus historias en vivencias más o menos reales o cuánto habrá de inventado y cuánto de real en los personajes que han protagonizado nuestras lecturas favoritas. No creo que todos los ejemplos sean tan claros como el de David Vann, pero seguro que hay alguno que no conocemos y nos sorprendería... Ahí queda.
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