Si la memoria no me falla, eran las navidades de 1983 y yo tenía 6 años. La calle San Vicente, donde vivía con mis padres y mis tres hermanos mayores, se había convertido en una inmensa zanja debido a las obras de construcción de lo que hoy es la línea 1 del metro de Valencia. Todavía conservaba la fe en los Reyes Magos, a pesar de que uno de mis hermanos siempre me chinchaba diciéndome que "aún me faltaba por conocer el gran secreto de los Reyes"
Mis hermanos contaban con 11, 12 y 13 años respectivamente y supongo que estaban hartos de esperar hasta el 6 de enero para disfrutar de unos regalos que probablemente estaban en casa de la vecina de arriba. Desperdiciar unos magníficos días de vacaciones sin poder sacar provecho de esos regalos era un fastidio para ellos. Como sabían que saltarse la norma de desvelarme el gran secreto no hubiera sido bien visto por mis padres, manifestaron su queja a mi madre en busca de una solución conciliadora. Desconozco cuánto tiempo le llevó a mi madre dar con su peculiar ocurrencia, ella no recuerda la anécdota, pero el caso es que se encontró una solución que contentó a todos. A mi madre no se le ocurrió otra cosa que explicarme que debido a las molestias ocasionadas a los vecinos afectados por las obras del metro, los Reyes acudirían a las casas de la calle San Vicente el día 25 de diciembre en lugar del 6 de enero. Por supuesto me pareció un argumento de lo más razonable y acepté encantado la buena noticia. Yo era consciente que en el mundo había niños que tenían vidas muy desgraciadas rodeados del hambre y las guerras, pero posiblemente a ellos también les estarían aplicando esa excepción. Así que en 1983, en la calle San Vicente Mártir de Valencia, los Reyes Magos de oriente cometieron una justificadísima irregularidad y repartieron los regalos el día 25.
Una vez terminadas las vacaciones y de regreso al colegio, presumí orgulloso ante mis asombrados compañeros de las ventajas de tener los regalos de Reyes 12 días antes que el resto de gente.
Pocos meses después, un amigo de L'Eliana, algo mayor que yo, me descubrió el famoso "secreto" de los Reyes y entonces caí en la cuenta de lo tonto que había sido aquellas pasadas navidades. Recuerdo que mi padre aún intentó convencerme de la existencia de los Reyes... pero ya era demasiado tarde.
Que historia tan bonita, Luis.
ResponderEliminarMi madre siempre me contaba que de niña había cogido de imprevisto a los Reyes y había visto a Melchor.
¡¡Madre no hay más que una!!
(Pantuflo Zapatilla)