La casualidad ha querido que esté trabajando este curso con el mismísimo hijo de Don Bernardo. Todo ha surgido en medio de una conversación en la sala de profesores, en la que se han ido sucediendo las coincidencias hasta llegar al hecho en cuestión. Don Bernardo fue mi maestro en el curso 85/86 de 3º de EGB. Fui su alumno en el que fue su último curso antes de jubilarse y probablemente, era de los últimos de una estirpe de maestros que se fue extinguiendo con la llegada de la democracia.
La memoria es selectiva, por eso el primer recuerdo de él que me ha venido a la cabeza ha sido muy positivo. Fue cuando murió mi abuelo durante ese curso: andaría yo algo serio y tristón y Don Bernardo me llamó para que hablara con él. Me preguntó qué tal estaba y me dijo unas palabras de ánimo. Luego me dio un abrazo contra su corpulento cuerpo y me dio un beso en la frente. Ese gesto, sincero y bienintencionado, sería impensable hoy en día, pero yo lo recuerdo como un entrañable detalle.
Tras este primer buen recuerdo, me han ido viniendo a la cabeza otros que en su día no llamaban la atención pero que en la sociedad actual son del todo reprochables. Don Bernardo pertenecía a otra época y que yo sepa nunca se excedió, pero era aficionado a golpear con la regla en la mano a quien no se portaba bien. Una vez incluso nos puso a varios en fila y nos estiró de las patillas por armar demasiado jaleo.
Pero su especialidad no eran las sanciones físicas, ni siquiera el amenazarnos con encenderse un puro si seguíamos hablando, sino su sistema de clasificación. En el aula de Don Bernardo nos sentábamos según nuestra habilidad de cálculo matemático. Cada mañana nos ponía unas operaciones: si fallabas en alguna te tenías que cambiar de sitio porque eras adelantado por alguno que las tuviera bien. Este sistema competitivo y de cuestionable valor pedagógico me supuso más de un quebradero de cabeza. Yo era bastante aplicado y logré acabar el curso entre los diez primeros, pero ni me imagino la humillación que debían sentir los que ocupaban los últimos puestos en la temida tercera fila. Esta competición diaria creo que fue el origen de mis posteriores ansiedades estudiantiles, y aunque en casa le dieron la importancia justa, llegar a mediodía diciendo que había bajado algún puesto, me provocaba un horrible estrés a una edad en la que no se debe tenerlo.
En la actualidad, los métodos de la vieja escuela que representaba Don Bernardo recibirían más de una llamada de atención por parte de dirección. Sé que no tiene justificación, pero su modo de actuar era fruto de un sistema que pertenecía a otros tiempos y por aquel entonces, nadie se quejó. Probablemente él recibió una educación mucho más severa . Don Bernardo murió hace mucho tiempo y con él se fue toda una generación de antiguos maestros.
Hoy todo es distinto, trabajamos con otro tipo de alumnado con diferentes estrategias y sanciones . Nuestros errores se deben a otros aspectos del sistema educativo. Los problemas son de otra índole y si los métodos de la "mano dura" ya eran poco efectivos entonces, ahora ni se plantean. Además, actualmente hay nuevos frentes: somos cuestionados constantemente por las familias, ninguneados por la administración y criticados por una sociedad que sólo piensa en nuestras vacaciones. Parece que nadie se fija en el esfuerzo que hacemos diariamente y que lo fácil es lo que nunca haríamos: golpear con la regla.
no le pongo cara a Don Bernardo.
ResponderEliminarAl margen de esto, suscribo todo lo que dices.
He oído esa historia de vez en cuando, pero aún así me parece que la cuentas muy bien. Creo, de acuerdo contigo, que ciertos métodos estaban fuera de lugar, pero... ¿Seguro que a ciertas edades los niños no deben tener estrés escolar? Yo creo que los niños tienen estrés igual que las personas de cualquier edad. A un niño le puede causar un tremendo estrés, por ejemplo, que un juguete se le haya roto o que su mejor amigo haya discutido con él. ¿Debemos consentir en los niños cualquier estrés pero no el académico, que es el único que les acostumbra a ser organizados y eficientes en su trabajo?
ResponderEliminarDesde luego lo que no se debe sentir es estrés y ansiedad por un método tan mal planteado, más si uno rendía bien en trabajo y comportamiento. Ese estrés era contraproducente y no me hacía mejorar más sino preocuparme sin necesidad.
ResponderEliminarY con lo de la edad me refería a que era similar al estrés que siente un adulto agobiado por un jefe explotador o incompetente y que, por tanto, no es habitual en un entorno infantil. Intentaré ser más claro la próxima vez. Gracias por leerme.
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