Hoy, lunes por la mañana en la sala de profesores y poco antes del primer timbre, un compañero me ha indicado que desde la ventana se veía la parte más alta de la Sierra Calderona cubierta de nieve. La imagen me ha servido para terminar de despertarme y asociarlo repentinamente con el fin de semana que muy cerca de esas cumbres había pasado. En una casa literalmente perdida en medio de la sierra, me invitaron a asistir, junto a algunos amigos, a una cata de vinos nocturna en un entorno que invitaba a respirar hondo y relajarse.
Aunque me encanta el vino, reconozco que no sé nada de enología ni del "ritual" de la cata. Ha sido estupendo, no sólo probar los diferentes vinos sino familiarizarse y comprender términos como "estructura", "envinar", "nariz", "maridaje". Escuchar todo sobre las variedades de uva, el proceso de fermentación, las denominaciones de origen y todas las anécdotas históricas que conllevan, ha sido un placer añadido a la degustación en sí. Si además lo acompañamos con una cena al calor de la chimenea, una velada entre risas, charla y canciones guitarra en mano... no se le puede pedir más a un sábado.
En agradecimiento a los organizadores y participantes de este genial fin de semana, ahí va un regalito:
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