Reconozco que de mi única experiencia con ingleses residentes en España, sólo recibí grandes dosis de mala educación, violencia verbal y una gran prepotencia rozando el imperialismo. Trabajar en un IES donde la mayoría del alumnado es británico deja bastante huella. Por eso, cuando supe que este libro iba sobre las experiencias de un inglés que vivía en Las Alpujarras, me asaltaron los prejuicios y pensé: "ya está aquí un inglés con aires de superioridad para burlarse de los españolitos rurales". Pero como siempre digo a los alumnos que nunca hay que generalizar, me apliqué mi propio consejo y comencé la lectura de este libro.
No hay ningún atisbo de superioridad ni prepotencia en el choque cultural que plantea el protagonista con los lugareños de Las Alpujarras. Aunque algún habitante de la localidad alpujarreña de Órgiva, donde transcurre el libro, está ofendido por la imagen que se ofrece de ellos, no pienso, en mi opinión, que esté justificado.
El libro cuenta una historia real, pero hace uso de la ficción en algunos capítulos para darle más cuerpo al relato. Con una gran sencillez y sentido del humor, narra al detalle todas las dificultades que se le presentaron para poner en marcha una finca literalmente perdida en un valle alpujarreño. La historia de cómo Chris Stewart y su mujer fueron haciendo de su ruinosa edificación un lugar accesible, habitable y autosuficiente, esta llena de momentos divertidos que se leen con una permanente sonrisa en los labios. El libro en sí es todo un canto a la sencillez, que invita a disfrutar de la naturaleza y a despojarse, por un momento, de todos los utensilios modernos que nos parecen imprescindibles.
Su autor, que en su juventud fue integrante del grupo Génesis, no se considera escritor a pesar del éxito editorial. Stewart se autoproclama como "un simple esquilador de ovejas" o "Cristóbal el esquilaor" como se le conoce en Órgiva. Pasando por alto este alarde de modestia, el libro es muy entretenido y recomendable. Con respecto a leerme la segunda parte "El loro en el limonero" me parece que dejaré pasar unos cuantos libros por delante...
Pues mira, yo conocí en Bristol una pareja de ingleses que tenía una casa en la Alpujarra y recomendaban mucho este libro (que espero leerme pronto, ¿tal vez prestado por ti?). Ellos tampoco eran en absoluto prepotentes, de hecho cuando estuve allí en 2003 me reconocieron que sólo contrataban personal inglés emigrado para las reparaciones y demás de la casa, y cuando volví en 2007 me dieron las gracias por convencerles de que contrataran personal del terreno. Se dieron cuenta que un electricista inglés en muchos casos se baja a España a vivir la vida, no a trabajar de verdad. Y que el currito español en general trabaja mucho, siempre eso sí que le respetes sus horas de almuerzo y comida.
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