domingo, 3 de marzo de 2013

...Y CANCIONES DE GUERRA


En la película "Cabaret" (Bob Fosse, 1972) los dos protagonistas masculinos (Michael York y Helmut Griem) están tomando algo en una taberna en el campo, lejos de Berlín. Hace un día luminoso y todas las mesas que están al aire libre están ocupadas. Un chico de unos quince años, rubio y perfectamente peinado, empieza a cantar una bonita canción cuya letra, en principio, habla de cosas banales y paisajes bucólicos. La cámara va descendiendo lenta y astutamente desde el rostro del joven hasta que evidenciamos  que el chico viste un uniforme de las juventudes hitlerianas. Todos prestan la máxima atención a la bella melodía del muchacho y la letra empieza a hablarnos de un futuro próximo y glorioso que traerá esplendor a la patria. La variada clientela comienza a contagiarse de la emoción y todos comienzan a seguir poco a poco la conocida canción. Todos, con mejores o peores dotes para el canto, ponen el máximo empeño y entusiasmo en corear la canción. Uno a uno, niños, jóvenes y adultos, se van poniendo en pie para acompañar al chaval. El propio muchacho se crece ante la respuesta de los asistentes y cada estrofa, cada palabra suena como una ofensiva militar, como un disparo hacia el enemigo.
 El fervor nazi y el augurio del horror que va a dominar Europa se percibe en cada orgulloso rostro. El entusiasmo es generalizado salvo en nuestros dos protagonistas que contemplan atónitos el espectáculo y en una persona que tampoco está muy convencida con el asunto: se trata de un anciano, que desde su asiento ladea la cabeza como si dijera "¡Qué equivocados están!" Quizás por su sensatez, quizás por la experiencia que aporta la edad, el caso es que no comparte en absoluto lo que está ocurriendo.


Lo bueno de esta escena es la incomodidad que te hace sentir, el contraste de escuchar una canción realmente bonita y que se impregne de algo tan despreciable, crea en el espectador una sensación extraña. Para terminar de rematar esa reacción en el público, el joven se pone la gorra y culmina la canción levantando el brazo derecho. A continuación, los niños, jóvenes y adultos que seguían al chico hacen lo propio y todo se convierte en decenas de manos alzadas en una estampa terrorífica. Los personajes de York y Griem, uno americano y el otro alemán, deciden marcharse del lugar. "¿Aún crees que podréis controlarlos?" Le dice York a su compañero mientras suben al coche. No pudieron.


Disfrutad de esta genial escena:




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