miércoles, 11 de enero de 2012

PUNTUALIDAD





Soy puntual. Espero que no sea la más destacada de mis virtudes pero a veces me da por pensar si es más bien todo lo contrario. Creo que soy puntual porque me pone nervioso hacer esperar a alguien y procuro avisar del más mínimo retraso. Además, llegar pronto a los sitios me produce una satisfacción extraña, todo lo contrario a la ansiedad que experimento si veo que voy a llegar tarde. El año pasado casi pierdo un vuelo por no llegar con la conveniente antelación y la tensión y nerviosismo que viví reafirmó mi afición por la puntualidad.
No penséis que soy un obsesivo de la puntualidad, no me importa esperar un poco una vez pasada la hora convenida, aunque hay gente que no le da importancia a que alguien esté esperándole mirando el reloj.
 Que el tiempo es relativo ya lo decía Einstein, pero es curioso que los que siempre llegan tarde hagan referencia a su retraso diciendo que son diez minutillos de nada. Me sorprende como añadiendo un diminutivo parece que se borre por completo la falta,  esos "diez minutillos" son 600 maravillosos segundos en los que se me ocurren un montón de cosas para hacer antes que esperar como un idiota. Pero por lo que veo, es más reprochable llegar cinco minutos antes.
 Últimamente he comprobado que mi puntualidad, lejos de ser alabada, produce estrés en la gente que queda conmigo. Sabiendo de mi sana costumbre y ante un posible retraso, se agobian y maldicen mi puntualidad. También está el hecho de quedar, por ejemplo, entre las doce y la una: parece ser que ante esta alternativa, de todos es sabido que se ha de llegar a la una y es ridículo llegar a las doce y cuarto.
  Pero el colmo fue hace unas semanas cuando quedé con unos compañeros: Yo estaba puntual en la puerta del bar acordado y hacía un frío terrible. Consideré la idea de esperar adentro pero eché un vistazo y no me apetecía la idea de tomarme una cerveza solo en la barra... Me hacía sentir como un cliente del bar de Moe. El caso es que confié en la puntualidad de mis compañeros mientras me congelaba en la calle. No fueron unos minutillos de retraso, fueron casi 20 minutos hasta que tuve que llamarles para ver por dónde iban. Cuando finalmente llegaron y con mi mejor sentido del humor y más fina ironía les agradecí la tardanza, obtuve la siguiente respuesta: "Haber entrado, imbécil"
Pasas frío, esperas 20 minutos sin que te avisen y eres un imbécil. Lo más fácil sería aprovechar el comienzo de año y proponerme ser impuntual como el resto del mundo, pero creo que sería fisiológicamente incapaz, está en mi genética. Así que me niego, a las personas se les quiere con sus virtudes y con sus defectos, por tanto, seguiré con lo que por lo visto es una rareza y mi gran pecado: la puntualidad.


3 comentarios:

  1. Yo también soy puntual y también pongo nerviosos a muchos, entre otros mi hijo, al que trato de inculcar lo que para mí es un respeto a los demás. Así que te entiendo perfectamente y te animo a que no cambies.

    ResponderEliminar